Los cuerpos, como trazas de carne
recién seccionadas del matadero, se des-marcan, se des-membran
vacíos y los prejuicios caen como hilachas.
La fibra de vidrio, fría y erecta se
me cuela en la entre pierna. Su mirada y besos de plástico encienden
mi campo cerebral, siento el hipotálamo hinchándose con un liquido
espeso que prefiero desconocer.
En todas sus partes recuerdo amantes
diferentes, cuerpos diferentes, deseantes, móviles, ágiles, no tan
ágiles, de fuego, de batería corta, de peta-zeta, de miel, de
vinagre. CUERPOS. Crestas ilíacas, costillas, muslos, cadera, dedos,
labios, dedos, ingles, rodillas, dedos de los pies, periferias
anales, clítoris, espaldas, glúteos, pantorrillas, muñecas,
talones, nuesnis, axilas; hediondas, peladas, peludas, inholoras,
pezones ¡Tetas! De hombre, de mujer y de transgínia, sacos
escrotales, tersos y desganados.
Se vuelven entonces todes muñecos de
carne en un mundo de plástico.
Fotografía: Sebastian Rojas |
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